El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrará la estepa y florecerá, germinará y florecerá como flor de narciso, festejará con gozo y cantos de júbilo. Le ha sido dada la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón. Contemplarán la gloria del Señor, la majestad de nuestro Dios. Fortaleced las manos débiles, afianzad las rodillas vacilantes; decid a los inquietos: «Sed fuertes, no temáis. ¡He aquí vuestro Dios! Llega el desquite, la retribución de Dios. Viene en persona y os salvará».
Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos se abrirán; entonces saltará el cojo como un ciervo, y cantará la lengua del mudo, porque han brotado aguas en el desierto y corrientes en la estepa. El páramo se convertirá en estanque, el suelo sediento en manantial. En el lugar donde se echan los chacales habrá hierbas, cañas y juncos. Habrá un camino recto. Lo llamarán ‘Vía sacra’. Los impuros no pasarán por él. Él mismo abre el camino para que no se extravíen los inexpertos. No hay por allí leones, ni se acercarán las bestias feroces. Los liberados caminan por ella y por ella retornan los rescatados del Señor. Llegarán a Sión con cantos de júbilo: alegría sin límite en sus rostros. Los dominan el gozo y la alegría. Quedan atrás la pena y la aflicción.
«Lo nuevo ha comenzado» © Difusión libre cortesía de Nico Montero
«Quieting» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
Quienes huyen de la imagen de un Dios enojado
no entienden que entero Dios se hizo hombre, no para vigilarlo
sino para acompañarlo.
Yo te conozco porque caminás conmigo como amigo y peregrino.
Algunos buscan un Dios conquistable,
pero se olvidan de que la relación con vos
se construye cada vez, en cada mirada.
Unos eruditos predican un Dios
que entra en los renglones de sus libretas
Y vos, resucitando, me mostrás que sos el libro de la vida.
Hay quienes le rezan a un Dios mágico y predecible.
Pero vos y yo sabemos que cada día
me invitás a que hagamos nuevos los caminos.
Los que guardan un Dios entre paredes,
no oyeron que eras la piedra angular.
Yo te recuerdo predicando en las montañas, en los valles y sobre el agua.
Yo no te creo inalcanzable y solemne,
vos estás conmigo trabajando por el que tiene hambre, dolor y tristeza. Sonriente y cansado, estás junto a mí,
multiplicando y compartiendo.
(Jorge Berli, sj)