Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo.
El Señor da a conocer su salvación, revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel.
Retumbe el mar y cuanto contiene, la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos, aclamen los montes.
Al Señor, que llega para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia y los pueblos con rectitud.
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No es novedad el amor,
–porque es eterno–.
No es insólito llamarte
en nuestros sueños,
ni es sorpresa descubrir
que nos esperas.
No es la justicia un reclamo
que oigamos por vez primera.
El perdón no es imposible,
ni seguirte una quimera.
Pero a la vez, todo es nuevo:
el amor y los anhelos
nuestros sueños
y tu espera.
Nuevo el grito de justicia,
nuevo el perdón y la senda
por la que seguir tus pasos,
en la que alzar tu bandera.
Cuando Tú, pobre y humilde,
nos lo muestres con tus ojos,
al fin veremos tu Reino
y habitaremos tu tierra.
(José María R. Olaizola, sj)