Jesús estaba cerca de Jerusalén y les contó una parábola, pues los que le acompañaban creían que el Reino de Dios aparecería de un momento a otro. Dijo pues: «Un hombre noble marchó a un país lejano, para recibir la investidura real y volverse. Habiendo llamado a diez siervos suyos, les dio mil denarios y les dijo: ‘Negociad hasta que vuelva’. Pero sus ciudadanos le odiaban y enviaron detrás de él una embajada que dijese: ‘No queremos que ese reine sobre nosotros’.
»Y sucedió que, cuando regresó, después de recibir la investidura real, mandó llamar a aquellos siervos suyos, a los que había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. Se presentó el primero y dijo: ‘Señor, tu dinero ha producido diez veces más’. Le respondió: ‘¡Muy bien, siervo bueno!; ya que has sido fiel en lo mínimo, toma el gobierno de diez ciudades’. Vino el segundo y dijo: ‘Tu dinero, Señor, ha producido cinco veces más’. Dijo a este: ‘Ponte tú también al mando de cinco ciudades’. Vino el otro y dijo: ‘Señor, aquí tienes tu dinero, que he tenido guardada en un pañuelo; pues tenía miedo de ti, que eres un hombre severo; que tomas lo que no pusiste, y cosechas lo que no sembraste’. El noble le dijo: ‘Por tu propia boca te juzgo, siervo malo; sabías que yo soy un hombre severo, que tomo lo que no puse y cosecho lo que no sembré; pues, ¿por qué no colocaste mi dinero en el banco? Y así, al volver yo, lo habría cobrado con los intereses’.
»Y dijo a los presentes: ‘Quitadle el dinero y dádselo al que consiguió diez veces más’. Le dijeron: ‘Señor, tiene ya diez veces más’. ‘Os digo que a todo el que tiene, se le dará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y aquellos enemigos míos, los que no quisieron que yo reinara sobre ellos, traedlos aquí y matadlos delante de mí’».
«Solfeando» © Autorización de Alvaro Fraile
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No me quieres recortado,
ocupado tan solo en lo mío:
mis planes, mis negocios,
mis tareas, mis iniciativas;
inversor de su rentabilidad.
No me quieres ensalzado,
creyéndome eterno aspirante
de títulos y conocimientos,
cargos y designaciones,
girando mi perfil profesional.
No me quieres encerrado,
aun siendo los más verídicos,
en mis credos, argumentos,
opiniones, puntos de vista;
trending topic de la actualidad.
Me quieres pobre y humilde,
generoso y a todos cercano,
para que «tu onza de oro»
desvanezca en los atribulados
su angustia, sin coste alguno.
Me quieres presto y dispuesto,
imaginativo, combativo y audaz,
para que «tu onza de oro»
arranque de todos el miedo,
invitándoles de nuevo a soñar.
Me quieres de tu Reino, servidor;
estanque de tu presencia
y de tu evangelio, surtidor;
hasta que «tu onza de oro»
torne a los desmemoriados tu voz.
(Seve Lázaro, sj)