Como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedras de calidad y exvotos, Jesús les dijo: «Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».
Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?». Él dijo: «Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: ‘Yo soy’ y ‘el tiempo está cerca’. No les sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato».
Entonces les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo. Pero, antes de todo esto, os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».
«Con vosotros soy» © Con la autorización de Susana Melero
«Blackbird» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
En mi miedo,
tu seguridad.
En mi duda,
tu aliento.
En mi egoísmo,
tu amor.
En mi rencor
tu misericordia.
En mi “yo”
tu “nosotros”.
En mi rendición
tu perseverancia.
En mi silencio,
tu voz.
En mi ansiedad,
tu pobreza.
En mi tempestad
tu calma.
En mi abandono
tu insistencia.
En mi dolor,
tu alivio.
En mi debilidad,
tu fuerza.
(José María R. Olaizola, sj)