Querido hermano: Permanece firme en lo que has aprendido y se te ha confiado, pues bien sabes de quiénes lo aprendiste y desde tu infancia estás familiarizado con la Sagrada Escritura, la cual puede darte la sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación. Toda la Sagrada Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar, para reprender, para corregir y para educar en la virtud, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté enteramente preparado para toda obra buena. En presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos, te pido encarecidamente, por su advenimiento y por su Reino, que anuncies la palabra; insiste a tiempo y a destiempo; convence, reprende y exhorta con toda paciencia y sabiduría.
«Music of silence: Gregorian chants» © Con la autorización de Juliano Ravanello
«Sophomore Jinx» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
No basta un «habría que»
para dar forma a los sueños.
Pintar el amor
en muros de piedra
no garantiza vivirlo.
Conformarse
con listas de canciones tristes
es jugar a los náufragos.
La profecía no puede ser tan solo
un eslogan de camiseta.
No hay expertos en todo.
De poco sirve un quizás
cuando nos pides un «sí»;
de nada, un «alguien lo hará»,
cuando tú esperas un «yo».
Es la constante tensión
que atraviesa nuestros días:
sobrevolar o zambullirnos.
Tú pones la encrucijada,
y nos dejas la decisión:
vender aire
o ser testigos del Reino.
(José María R. Olaizola, sj)