Mientras Jesús y sus discípulos iban de camino, uno le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le dijo: «Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».
A otro dijo: «Sígueme». Él respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre». Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios».
También otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa». Jesús le contestó: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el Reino de Dios».
«En espíritu y en verdad» © Difusión libre cortesía de Ixcís
«Debussy on Guitar and Ukelele» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
Desde la primera vez que me llamaste
han pasado tantas cosas, Señor.
He atravesado tramos de mi historia
en los cuales me parecía volar
con alas ingrávidas y ligeras.
Pero también etapas
en las que lo único que podía hacer
era avanzar lentamente,
arrastrándome,
perdido en un sinfín de laberintos.
Reconozco que tengo
un manual de excusas y justificaciones…
y algunas bajo especie de bien y santidad.
Y a pesar de todo,
a pesar de conocer
mi biografía de caídas, pretextos y evasivas,
otra vez vienes y me dices:
«No importa. Tú, sígueme.
Con prontitud. Ahora, no mañana.
Despójate de evasivas
que hieren tu alegría más profunda».
A ti, Señor, no te pesan nuestros altibajos
ni siquiera nuestras idas y venidas.
Lo que te molesta son
nuestras soberbias, orgullos y autosuficiencias.
Si hay que mirar atrás sea solo
para agradecer los surcos abiertos
y aprender de los tropiezos.
Solo me pides ser fiel,
pero sin tu gracia no será posible;
fiel cuando me sienta en alegre marcha;
fiel cuando vaya a remolque a ras de suelo
con la afrenta de mi propia imagen rota.
Y tu voz siempre de fondo:
«Deja todo eso en mis manos
y orienta el arado hacia delante.
Necesito nuevos hombres y mujeres
que quieran sembrarse como grano de trigo,
como semilla de mostaza diminuta.
No te preocupes por nada.
Te estoy agarrando fuerte y nunca te soltaré.
Tú, solo, sígueme».
(Fermín Negre)