Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos y comiendo con ellos, Jesús preguntó a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?» Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos».
Por segunda vez le preguntó: «Simón de Juan, ¿me amas?». Él contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas».
Por tercera vez Jesús preguntó: «Simón de Juan, ¿me quieres?». Pedro se entristeció de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero». Jesús le dijo entonces: «Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas a donde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará a donde tú no quieras».
Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme».
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«Love» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
Amarte es mi verdad.
Te amé cuando era niña
y jugábamos juntos en el parque…
Fuiste, ya adolescente,
mi romántico amor.
Mi opción de juventud,
irreversible.
Mi centro, el Absoluto
que ha llenado mi vida de sentido.
Fallarte es mi tristeza…
Gozar de tu presencia lo que me hace feliz.
Y ahora…
en mi mediocridad desangelada
te has vuelto mi nostalgia… mi deseo…
Al fondo de mí misma, que te quiero
es mi única verdad.
(Cristina White, rscj)