Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: «Tú eres mi bien». El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena. Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.
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¿No estoy yo aquí que soy tu Padre?
Ven, descansa en mí.
Deja que yo te alegre y sostenga,
permite que yo sea tu gozo más profundo.
Te enseñaré el sendero de la vida,
de la vida en abundancia.
Pero cuento con tus tiempos
y los conozco mejor que tú.
No tengas miedo,
estás en mis brazos,
te protejo y te guardo
hasta de noche,
mientras duermes en el silencio del mundo,
susurro en tu corazón que te amo
y que siempre estaré contigo.
(Respuesta al salmo 15, Matu Hardoy)