Jesús dijo a sus discípulos: «Así está escrito que Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros seréis testigos de estas cosas. Mirad, voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Por vuestra parte permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto».
Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de postrarse ante él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo, y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios
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Ante tu don desbordante
quiero responder con todo,
poner toda mi vida en juego
aunque sabemos que al final
me reservo, no lo logro.
Y con vergüenza busco tu abrazo
que me envuelve todo.
Siempre acoges, perdonas, levantas.
Y lo vuelvo a intentar
sabiendo que no podré
pero seguro que me estarás esperando.
Ese abrazo es Todo. Todo eres Tú.
Contigo puedo todo.
(Javi Montes, sj)