Unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme a la tradición de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre la controversia. Los apóstoles y los presbíteros con toda la Iglesia acordaron entonces elegir algunos de ellos y mandarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé.
Eligieron a Judas Barsabá y a Silas, miembros eminentes entre los hermanos, y les entregaron esta carta: «Los apóstoles y los presbíteros hermanos saludan a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia convertidos del paganismo. Nos hemos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han alarmado e inquietado con sus palabras. Hemos decidido, por unanimidad, elegir algunos y enviároslos con nuestros queridos Bernabé y Pablo, que han dedicado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo. En vista de esto, mandamos a Silas y a Judas, que os referirán de palabra lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de la fornicación. Haréis bien en apartaros de todo esto. Salud».
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Mientras vuelves,
la espera será batalla,
será coraje,
será memoria.
No me dejes
convertirte
en cuadro
de museo,
en tonada
piadosa y vacía,
en nueva ley,
que encadene
al espíritu.
Mientras vuelves,
la espera será palabra,
escuchada y compartida,
proclamada y defendida.
No me dejes
profanarte
tomando en vano
tus bienaventuranzas,
a los pobres,
tu justicia,
el Amor.
Mientras vuelves
la misión será proyecto,
comunidad y fiesta,
será encuentro o nada.
No me dejes
encerrarte
en la capilla privada,
en el cielo de los puros,
en la ciudad de los espejos.
Hay que mantener
el fuego ardiendo,
mientras vuelves.
(José María R. Olaizola, sj)