Abrán cayó rostro en tierra y Dios le habló así: «Mira, este es mi pacto contigo: serás padre de una multitud de pueblos. Ya no te llamarás Abrán, sino Abrahán, porque te hago padre de una multitud de pueblos. Te haré fecundo sin medida, sacando pueblos de ti, y reyes nacerán de ti. Mantendré mi pacto contigo y con tu descendencia en futuras generaciones, como pacto perpetuo. Seré tu Dios y el de tus descendientes futuros. Os daré a ti y a tu descendencia futura la tierra de tus andanzas –la tierra de Canaán– como posesión perpetua. Y seré su Dios».
Dios añadió a Abrahán: «Tú guarda el pacto que hago contigo y tus descendientes futuros».
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Dios nos eligió
para mostrarnos unos a otros
el rostro del amor de Dios.
Somos el vocabulario de Dios;
palabras vivas
para dar voz a la bondad de Dios
con nuestra propia bondad,
para dar voz a la compasión, la ternura,
la solicitud y la fidelidad de Dios
con las nuestras propias.
(Leo Rock)