Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos.
Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras».
«Hoy quiero cantarte» © Difusión libre cortesía de Colegio Mayor José Kentenich
«Sancta Camisia» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
Ven, aclama al Señor, que sostiene tu vida, que te salva del sinsentido, de la indiferencia, de vivir una vida a medias. Ven, aclama al Señor, la roca sobre la que puedes caminar y construir tu vida.
Entra en su presencia allá donde estés, y sé consciente de la desproporción. Su grandeza, tu necesidad. Él te ha creado, te ha dado la vida. Tú eres parte de su creación. Él te muestra un camino, y tú puedes recorrerlo. Pero ni impone, ni anula. Bendice al Señor, porque él es tu Dios, tu fortaleza.
Ojalá escuches hoy su voz. No endurezcas tu corazón, que es una tentación universal. Prescindir de él, comprar otras lógicas, otros discursos, otras maneras de ser. Tentarle, exigiéndole pruebas… No caigas en ello. Escúchale, y respóndele.
(adaptación de Rezandovoy)