En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»
«Como un niño» © Difusión libre cortesía de Colegio Mayor José Kentenich
«Hope» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
Bendecir
es hablar en verdad,
es mostrar posibilidades,
es desvelar la grandeza
oculta en lo sencillo,
es reconocer
semillas de divinidad
que llevamos sembradas
en la entraña,
y comprender que las palabras
a menudo traen el eco de Su voz.
Solo hay que aprender a escuchar.
Bendecir
es quitarse la venda
;de los ojos,
para ver que la realidad estaba
habitada por el Espíritu,
y comprender
que estamos llenos
;de gracia.
Es hacer de la vida
un campo de juego
y no de batalla.
Es llamar al otro
por el nombre
que Dios mismo le dio.
(José María R. Olaizola, sj)