Unos fariseos se acercaron a Jesús y, para ponerle a prueba, preguntaron: «¿Puede el marido repudiar a la mujer?». Él les respondió: «¿Qué os prescribió Moisés?». Ellos le dijeron: «Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla». Jesús les dijo: «Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotros este precepto. Pero desde el comienzo de la creación, Él los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre».
Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. Él les dijo: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquella; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio».
Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como estos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él». Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos.
«Teselas de luz y barro» © Difusión libre cortesía de Ixcís
«Forget me Not» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
Esto nuestro quiere ser
más que una fiesta
o una emoción;
más que la ilusión
de compartir
instantes mágicos,
memorias únicas,
complicidades
y afabilidad;
más que los días de sol,
más que canciones,
que poemas,
o proyectos de dos.
Esto nuestro quiere ser
también rutina,
y silencio;
cansancio
al final de la jornada,
hogar y batalla;
quiere ser amor
a tiempo entero,
distante o íntimo,
locuaz o callado;
quiere ser un nosotros
abierto a un ellos,
que son tantos,
unidos por lazos
de sangre,
de compasión,
de afecto.
Esto nuestro quiere ser
la imagen humana
del Dios de los encuentros.
(José María R. Olaizola, SJ)