Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?» Jesús contesto: «Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios».
Ellos le preguntaron: «Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?» Jesús respondió: «La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado». Le replicaron: «¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: 'Les dio a comer pan del cielo'».
Jesús les replicó: «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo».
Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan». Jesús les contestó: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed».
«Misa-Porque Dios lo ha querido» © Autorización de Fernando Leiva
«Canconier» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
«Haced esto en memoria mía».
Compartid el pan,
el vino y la palabra.
Cuando el fracaso
parezca desmembrarlo todo,
cada persona, cada grupo,
como cuatro caballos al galope tirando del vencido
hacia los cuatro puntos cardinales,
cuando el hastío
vaya plegando cada vida aislada sobre sí misma,
contra su propio rincón, pegadas las espaldas
contra muros enmohecidos,
cuando el rodar de los días
arrastrando confusión, estrépito y consignas,
impida escuchar
el susurro de la ternura
y el pasar de la caricia,
cuando la dicha
te encuentre
y quiera trancar tu puerta
sobre ti mismo,
como se cierra en secreto una caja fuerte,
cuando estalle
la fiesta común
porque cayó una reja
que apresaba la aurora,
amanece más justicia,
y la solidaridad crece,
reuníos y escuchad,
compartid el pan, compartid el vino,
dejad brotar la dicha común y sustancial,
el futuro escondido
en este recuerdo mío
inagotablemente vivo.
Benjamín González Buelta, sj