Jesús dijo a la gente: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega».
Dijo también: «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas».
Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.
«A tu aire» © Permisos pedidos a Assisi Producciones
¿Cómo se arriesgará
a sembrar el campesino
sin ver ya todo el trigal
en el puño apretado
lleno de semillas?
¿Cómo mirar la tierra
con ojos de esperanza
sin ver ya el bosque
en las semillas aladas
de roble llevadas
por el viento?
¿Cómo soñará
la joven pareja
sin sentir
ya en el embrión
todas las risas
y los juegos
de los hijos?
¿Cómo entregarse
por lo pequeño,
sin ver con ojos nuevos
la utopía del reino
en el brote germinal
que apenas rompe
la cáscara del miedo?
(Benjamín G. Buelta)