Un día Jesús estaba hablando con sus amigos y les dijo: «He venido a prender fuego al mundo, y ojalá esté ardiendo».
Le miraron con los ojos muy abiertos, porque no entendían si les estaba diciendo que había que incendiar algún lugar. Pero Jesús se dio cuenta de que no lo entendían e intentó explicárselo bien.
«Lo que quiero decir es que no siempre va a haber paz por mi causa. En muchos lugares la gente se dividirá. En una familia habrá tres por una parte y dos por otra. El padre pensará de una manera y el hijo de otra. La madre discutirá con la hija y la hija con la madre. Y así todo».
A eso se refería cuando hablaba del fuego y de la división, a que no todo el mundo acepta a Jesús como Maestro y como amigo.
Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.
Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.
Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que allá donde hay desesperación, yo ponga la esperanza.
Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.
Oh, Señor, que yo no busque tanto
ser consolado, cuanto consolar;
ser comprendido, cuanto comprender;
ser amado, cuanto amar.
Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la vida eterna.
Paz en el cielo,
que haya paz en la tierra
que haya paz entre pueblos,
paz a la humanidad.
Que la paz nos reúna,
que la paz nos hermane.
Construyamos un mundo de paz.
Somos hijos del creador,
moldeados por su amor.
Si seguimos la verdad,
buscaremos un mundo de paz.
Paz en el cielo...
Desde nuestro corazón
la plegaria ya empezó.
No queremos nada más
que vivir en un mundo de paz.