Una vez bautizado en el río Jordán, el Espíritu Santo llevó a Jesús cuarenta días por el desierto. Allí vino el diablo para tentarlo. Como pasó todo ese tiempo sin comer, al final sintió hambre.
Entonces el diablo le dijo: “Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en un pan”. Pero Jesús sabía que las cosas no son tan fáciles, y le contestó: “No sólo de pan vive el hombre”.
Después, le llevó a lo alto de una montaña y le mostró todos los reinos del mundo y le dijo: “Te daré el poder sobre todo esto. Si te arrodillas delante de mí, todo será tuyo”. Pero Jesús no quería el poder a cualquier precio, y le contestó: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo le rezarás”.
Finalmente lo puso en lo alto del templo y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito que los ángeles te cuidarán y no te dejarán caer ni tropezar en ninguna piedra”. Pero Jesús no quería impresionar a la gente a base de espectáculos, sino con su bondad, así que le contestó: “No tentarás al Señor, tu Dios”.
Y el diablo se marchó, pensando que ya volvería a tentar a Jesús en otra ocasión.
Volver a ti,
volver a ser,
volver a respirar,.
saberme sostenida por tu amor.
Volver a amar.
Dejar atrás la confusión, el pozo sin salida..
Volver a estar unido a ti, volver a la alegría.
Del barro antiguo, hacia tu imagen,
dejar soplar tu aliento.
Recuperar mi nombre de hijo,
estar vivo de nuevo.
Decirte que por sobre todo,
Dios mío, te deseo.
Mi angustia desandar
y anclar en tu amor fiel y eterno.
Cuando quieres sin esperar nada a cambio...
Cuando respiras y encuentras paz...
Cuando tienes momentos malos...
Cuando quieres compartir lo que te pasa...
Cuando das lo que creías que no tenías...
...Me gusta cómo lo haces, Jesús.