Un maestro de la Ley vino a donde estaba Jesús, y le preguntó: «Jesús, ¿qué tengo que hacer para ganar la vida eterna?» Jesús le dijo: «¿Qué dice la Ley de los judíos?» Él contestó: «Amarás a Dios con todo tu corazón y al prójimo como a ti mismo». Jesús le dijo: «Pues eso es lo que tienes que hacer». Pero él le preguntó: «Y, ¿quién es mi prójimo?» Entonces Jesús le contó una historia: «Un hombre viajaba desde Jerusalén a Jericó. Unos bandidos le asaltaron, le quitaron todo, hasta la ropa, le dieron una paliza y lo dejaron tirado al borde del camino. Un rato después, pasó un sacerdote, y aunque lo vio, pasó de largo sin pararse, porque tenía que llegar pronto a la iglesia. También pasó un profesor de religión, pero miró para otro lado y siguió adelante porque tenía que llegar a clase. Entonces pasó uno que no era judío, vio al hombre herido, lo curó, lo llevó a un hotel y lo cuidó. Y dejó dinero para que lo atendieran hasta que él volviera». Cuando Jesús terminó de contar la historia le preguntó al maestro de la Ley: «¿Quién de los tres se portó como un prójimo?» El maestro respondió: «El que le ayudó». Jesús le dijo: «Pues haz tú lo mismo».
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Abre mi mente, dame tu luz que estoy vacío, lléname tú. (2) Cuando a veces pienso en ti queriendo ser feliz no comprendo y no acierto por dónde ir. Y hay días fuertes hay donde creo vivir más pero enfrento mis proyectos con tu amistad. Otras veces gris estoy andando mucho peor No comprendo y no acierto a ver tu amor. Y por eso canto hoy escucha ahora mi voz no te alejes no te escondas perdido voy.
Jesús, cuando no me gusta lo que hacen los demás, dame fuerza para conocerlos. Jesús, cuando otros se enfadan conmigo, dame fuerza para conocerlos. Jesús, cuando alguien no me trata bien, dame fuerza para conocerlos.