Jesús, María y los discípulos estaban en una boda, en un pueblo que se llama Caná de Galilea. En mitad del banquete María vio que se las había acabado el vino, y se lo dijo a Jesús. Él, al principio, le dijo que todavía no era momento de empezar a hacer milagros. Pero ella insistió. Entonces Jesús mandó a unos criados llenar de agua unas grandes tinajas de barro. Y luego les pidió que se lo llevasen al encargado del banquete. Cuando lo hicieron, en lugar de agua, había vino. Y el encargado del banquete, sin saber nada de lo que había pasado, felicitó al novio por haber dejado el mejor vino para el final. Este fue el primer signo de Jesús.
Madre María, discípula y amiga del Señor peregrina de la fe guía mis pasos para andar por sus caminos Solamente te he oído pronunciar palabras de gozo y humildad silencios de vida y de bondad ternura de madre Se alegra mi espíritu en Dios porque se ha fijado en la humildad he aquí la esclava del señor haced lo que él os diga. Madre María, discípula y amiga del Señor peregrina de la fe guía mis pasos para andar por sus caminos Hágase, Señor tu voluntad supiste vivir en profundidad Hágase en mí tu voluntad Enséñame a pedir Todo lo guardabas en el corazón Todo lo escuchabas te dejabas hacer Todo lo expresabas con amor y con sencillez.
Si estás Tú… no falta nada Jesús. Si estás Tú… todo se llena de sol. Si estás Tú… la tristeza se convierte en alegría. Si estás Tú… se oye mejor el canto de los pájaros. Si estás Tú… mi corazón late más fuerte. Si estás Tú… los miedos no pueden conmigo. Si estás Tú… tengo la fuerza de un gigante. Si estás Tú, Señor… la vida es infinitamente mejor. Si estás Tú… sólo si estás Tú.