Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos, para expulsarlos y para sanar toda clase de enfermedades y dolencias. Éstos son los nombres de los doce apóstoles: primero Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano; Santiago de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el recaudador; Santiago de Alfeo y Tadeo; Simón el zelota y Judas Iscariote, el que incluso le traicionó.
Yo vi un puente cordial tenderse generoso de una roca erizada a otra erizada roca, sobre un abismo negro, profundo y misterioso que se abría en la tierra como una inmensa roca. Yo vi otro puente bueno unir las dos orillas de un río turbio y hondo, cuyas aguas cambiantes arrastraban con furia las frágiles barquillas que chocaban rompiéndose en las rocas distantes. Yo vi también tendido otro elevado puente que casi se ocultaba entre nubes hurañas… ¡Y su dorso armonioso unía triunfalmente, en un glorioso gesto, dos cumbres de montañas!... Puentes, puentes cordiales… Vuestra curva atrevida une rocas, montañas, riberas sin temor… ¡Y que aun sobre el abismo tan hondo de la vida, para todas las almas no haya un puente de amor…! (Dulce María Loynaz)